El chino, el idioma del futuro

Con frecuencia muchas personas, al enterarse de que soy traductor y hablo varias lenguas, me preguntan si no me ha dado por ponerme a aprender chino, ya que, según ellos, se trata del “idioma del futuro”. Por lo general esas personas no manejan más que su propio idioma (y a veces ni siquiera llegan a dominarlo del todo), pero tienen la certeza inquebrantable de que el chino, si no lo es ya, pronto se convertirá en la lengua que hable todo el mundo, desde Alaska hasta Papúa-Nueva-Guinea, desde Mazarrón hasta Finisterre. El hecho de que a la población española le cueste horrores hablar un inglés decente, por no hablar del francés o el alemán, no parece hacer mella en dicha certidumbre. Por otra parte, el colapso que leo en los rostros cuando pregunto si por “chino” se refieren al mandarín, al cantonés o tal vez al wu, resulta bastante elocuente.

Las evidencias en contra de dicha afirmación tan trillada son muy numerosas, y rebasan el ámbito de lo puramente lingüístico. No se trata únicamente del sistema de escritura, totalmente distinto del nuestro, de la lejanía de la familia de lenguas o de la complejidad de la pronunciación (los famosos tonos). A estos obstáculos se suman la lejanía geográfica y cultural, y la constatación de que, como ocurre con muchos más países, los chinos suelen aprender castellano mucho mejor de lo que cualquier español o hispanohablante aprenderá chino, lo que supone una barrera adicional para la difusión de dicha lengua. Las dificultades mencionadas resultan incomprensibles para quien no se haya dedicado a los idiomas, pero esto no parece eximir a muchas personas de la obligación de repetir una y otra vez, tras haberlo escuchado en la tele, en la barra de un bar o en la peluquería, que “el chino es el idioma del futuro”, sin saber muy bien lo que eso significa. Este fenómeno es similar al de la frase “los chinos nos comen”, pronunciada invariablemente cada vez que se habla del gigante asiático en términos económicos, cuando lo acertado sería señalar que quienes “nos comen” son las multinacionales de este lado del mundo que, desde hace años, cierran sus fábricas en Occidente para producir en China a un precio irrisorio.

Con todo esto no quiero decir ni mucho menos que ningún español vaya a conseguir dominar el mandarín. Sin duda los habrá que lo logren con éxito (igual que algún que otro descarriado ha sido capaz de aprender finés o polaco), y en número cada vez mayor, debido a la creciente hiperconexión que está experimentando el planeta. Lo que cuestiono es que alguna vez pueda llegar a convertirse en un idioma mayoritario o popular fuera de China, una lengua de comunicación entre ciudadanos de distintos países ajenos al ámbito del Extremo Oriente o, panorama aún más improbable, que desbanque al inglés o al español en sus respectivas áreas de influencia. Quien piense que alguno de estos fenómenos podría producirse a corto o medio plazo es porque no conoce cómo funcionan ni cómo se aprenden los idiomas. Para quien necesite saberlo, el idioma del futuro, que en realidad ya es el del presente, es el inglés simplificado y lleno de faltas que usan los chinos en los manuales y la documentación de los productos que fabrican, porque esa sí que es la lengua con la que se expresa, viaja y comercia en la actualidad buena parte de la población mundial.

Escuchando: Shadows in the Crypt – 2012 – Cryptic Communications

 

Top 10 de ranciofacts lingüísticos

10. ¿Y ese idioma raro pa qué te vale?

(pregunta el interlocutor que ni siquiera sabe inglés)

9. El portugués se entiende perfectamente, cuando vas a Portugal te entiendes con todo el mundo.

(afirma el turista que se ha pasado las vacaciones escuchando portuñol sin saberlo)

8. Los del Este son todos superlistos, aprenden español enseguida y lo hablan perfecto.

(sentencia el interlocutor, seguramente pensando en futbolistas yugoslavos que hablan castellano pronunciando todos los sonidos pero, pequeño detalle imperceptible, sin artículos ni subjuntivo)

7. Mi prima vivió un año en Inglaterra y habla superbien inglés, es bilingüe.

(está barato el bilingüismo, no hay más que ver los institutos españoles)

6. ¡Joder, qué complicado es el árabe! Yo no sé cómo se aclaran con tanto garabato.

(cuando nuestro alfabeto está compuesto por letras y el de los demás por dibujitos)

5. El chino sí que es difícil, con todos esos dibujos raros.

(comenta el experto en lenguas, que nunca ha aprendido ninguna)

4. ¿Pero cómo va a ser un idioma el catalán si es un dialecto y además suena feo?

(el antiseparatismo como fuente de iluminación lingüística)

3. Dicen que el X es el idioma más difícil del mundo.

(en la clasificación universalmente aceptada, suponemos)

2. Ese idioma es supercomplicado, tiene un montón de palabras intraducibles.

(¡claro que sí, guapi! pero porque lo que se traduce no son las palabras, sino los significados)

1. ¿Pero por qué se complican tanto hablando esas lenguas raras, con lo claro y bonito que es el español?

(se pregunta cualquier español de a pie, pero también cualquier otra persona del mundo si cambiamos el nombre del idioma en la frase)

Escuchando: Nekromantheon – 2012 – Rise, Vulcan Spectre