Helsinki Death Fest (23 y 24 de agosto de 2019)

Durante mi reciente estancia en tierras finlandesas tuve la suerte de que justo el fin de semana que tenía libre, en mitad de las dos semanas que pasé por allí, fuera el escogido para celebrar un festival consagrado exclusivamente al death metal, con un cartel excepcional de grupos finlandeses e internacionales. Aún recuerdo con cierta nostalgia la clase de eventos que se organizan en Finlandia para honrar al metal en su máxima expresión: precio razonable, recintos más que adecuados, cerveza aceptable, buen ambiente y un espíritu muy auténtico. En el país nórdico tal vez no queden tantos bares de metal como había hasta hace poco, pero la buena organización de los conciertos es un valor que por fortuna no se está perdiendo.

El Helsinki Death Fest, que pese a su imaginativo nombre sumaba ya su cuarta edición, correspondió a la perfección a las características descritas, haciendo las delicias de los nativos así como del nutrido contingente de foráneos del que este cronista formaba parte. Por fortuna pude ir acompañado uno de los dos días, pero incluso la primera noche en solitario no tuve ocasión de aburrirme gracias a la calidad de las actuaciones y la presencia de múltiples puestecillos por los que curiosear. Las fotos que figuran a continuación son horrendas, debido a la falta de luz y a la distancia con respecto al escenario, pero no me resisto a incluirlas para obedecer a la, por lo general, agradable costumbre de ilustrar visualmente lo narrado.

Viernes 23 de agosto

Butcher ABC

El viernes cayó un tremendo diluvio sobre Helsinki, por lo que esperé a que la lluvia aminorara un poco antes de dirigirme hacia la sala (Ääniwalli), una antigua fábrica convertida en oscuro pero acogedor espacio de conciertos. Cuando accedí al recinto estaban tocando unos japoneses que confundí con Anatomia, para averiguar más tarde que se trataba de sus no menos veteranos paisanos Butcher ABC, un grupo de death/grind bastante potente aunque con un estilo excesivamente sencillo para el gusto de un servidor. Los músicos, no obstante, eran realmente buenos, y pese a no conectar del todo con su música me fue posible admirar su habilidad sobre el escenario.

Phrenelith

Tras ellos, y mediando un intervalo sorprendentemente largo para cambiar y probar los instrumentos (que fue la tónica general de todo el festival, aunque sin llegar a ser inaguantable), subieron a escena los daneses Phrenelith, uno de los platos fuertes de la noche al menos a mi juicio, después de haberlos pinchado ya más de una vez en La Naranja Metálica, a pesar de su escueta discografía. Su death metal cavernoso y aplastante daba más para un recital denso y solemne que para un asalto frenético, y ese fue el enfoque que adoptó la formación, respaldada por un sonido impecable que reflejaba los matices y permitía sumergirse en la corriente sónica y dejarse llevar. Sus temas elaborados y potentes se expresaron en toda su amplitud, para disfrute de un público que empezaba a ser bastante numeroso, pese a un reclamo tan específico y focalizado como es el death metal old school.

Deathchain

Los siguientes en tocar fueron los finlandeses Deathchain, un grupo de Kuopio que conocía de nombre pero al que nunca había escuchado. Desde los primeros segundos quedó claro que se trataba de una de esas formaciones que van al grano y no se andan con sutilezas. Su death/thrash dinámico y agresivo resulta un tanto plano y sencillo, pero funcionó a la perfección en un contexto festivalero lleno de gente con ganas de moverse. La animada interacción con el público, que parecía muy familiarizado con ellos, terminó de redondear una actuación que a quien suscribe no convenció tanto por lo musical como por la energía desprendida.

Funebrarum

Tras semejante descarga de caña, los encargados de cerrar la noche fueron los estadounidenses Funebrarum, otro grupo de larga trayectoria liderado por Daryl Kahan, un veterano de la escena de Nueva Jersey. Su death metal pesado en la onda de Incantation resultó muy adecuado para terminar la jornada sin prisas pero con rotundidad, aunque sus temas exhibían también una libertad creatividad que lograba apartarse de lo genérico y desarrollar un estilo propio rico y variado. Por si aquello fuera poco, entre sus filas milita desde hace poco Phil Tougas (Chthe’ilist), que se reveló como un fabuloso aporte a nivel de solos y guitarra principal. Con ello concluyó el primer día de festival, a una hora más que prudente para irse a descansar y recuperarse del cansancio de la semana.

Sábado 24 de agosto

El sábado pude acudir un poco más pronto, gracias a que el tiempo fue más benigno y a que esta vez me acercaron en coche desde la residencia de estudiantes que me sirvió de alojamiento. Al acceder al recinto pillé en mitad del recital a unos chavales de Turku con el peculiar nombre de Cumbeast, aunque pronto pude comprobar que no me había estado perdiendo nada demasiado interesante. Al brutal death mayormente genérico que practicaban se sumaban influencias de groove que acababan quitando a las canciones la poca gracia que pudieran tener. Los músicos eran majetes, eso sí, y el entender las bromas que hacían le puso algo de chispa a un concierto por lo demás un tanto anodino.

Sadism

El siguiente directo corrió a cargo de un grupo que no conocía de nada. Por su aspecto y sus gestos me parecieron sudamericanos, punto en el que acerté. Por los miembros más o menos jóvenes que incluían en su plantilla, sumado al hecho de no haber oído nunca hablar de ellos, pensé que sería una formación relativamente nueva, algo en lo que me equivoqué estrepitosamente. Sadism existen desde finales de los ochenta, y en su estilo pueden oírse claros ecos del death/thrash directo y rabioso de sus compatriotas Pentagram. Esa misma furia se manifestó en su actuación, otorgando a su música relativamente sencilla una potencia irresistible que energizó e hizo enloquecer al respetable. Fantástico concierto y un interesante descubrimiento para quien suscribe.

Gorephilia

A quienes venían después ya los conocía, al igual que los oyentes de La Naranja Metálica: los finlandeses Gorephilia. Dentro del estilo de death metal cavernoso no figuran entre mis favoritos, pero tenía curiosidad por ver qué tal se desenvolvían en directo. Con expresiones algo ausentes y ensimismadas, declararon que era el primer concierto que daban desde que había sucedido “aquello”, o eso creí entender al interpretar la frase en finés. Más tarde descubrí que se referían al suicidio de su vocalista el pasado mes de diciembre, lo que terminó de explicar la seriedad con la que acometieron la actuación. A pesar de ello, la música sonó muy bien, en especial la de su primera época, lo que me dio ganas de indagar más en esa parte de su discografía que todavía me es ajena.

Undergang

Cuando el siguiente conjunto subió al escenario, descubrí con sorpresa y asombro que compartía un miembro clave con el otro grupo danés de la víspera, cuyo estilo, técnicamente dentro del mismo género, está bastante alejado. Mientras que Phrenelith es death denso y pesado, la música de Undergang se enmarca dentro de una vertiente más básica y directa, heredera de Autopsy, una senda en la que el grupo ha sabido labrarse un camino propio original y distintivo. Comparada con la ejecución más fría y distante de Phrenelith, la actuación de Undergang fue agresiva y descarnada, terminando de poner en movimiento a las primeras filas que llevaban ya un buen rato agitándose intranquilas. Su último disco no me llamó demasiado la atención cuando lo escuché, hace ya un par de años, pero con aquel directo lograron convencerme.

Demilich

El lugar de honor en el cartel de aquella noche estaba reservado a uno de los grupos más míticos que ha dado el death metal finlandés: los legendarios Demilich. No son el nombre más conocido, ni el más prolífico, ni tan siquiera el más característico dentro de su escena nacional, pero probablemente sí sean el más original y peculiar de todos. A ello suman la particularidad de no haber publicado apenas nueva música a pesar de sus reiteradas reuniones, haber facilitado desde hace lustros la descarga gratuita de todo su material y, además, conservar casi intacta su plantilla original. Gracias al fantástico sonido de la sala, sus canciones enrevesadas, imaginativas y de resonancia casi extraterrenal se escucharon a la perfección y, cosa que un servidor no esperaba, fueron acogidas con tremendos moshpits en los que los presentes se implicaron como si fuera la última gran batalla de su vida. Los de Kuopio tuvieron el detalle de invitar a Phil Tougas a tocar con ellos una canción, lo que no solamente debió de suponer una inmensa ilusión para el chaval, sino que también volvió a obsequiarnos a los demás con su espectacular buen hacer.

Así terminó la segunda jornada, tan sobresaliente como la anterior y a la misma hora civilizada, aunque después de tanta caña e intensidad, quien suscribe no tenía necesidad alguna de proseguir la velada en un bar, ni tampoco fuerzas, todo sea dicho. El Helsinki Death Fest estuvo a la altura de las mejores expectativas, hasta en lo relativo a los grupos que apenas conocía de antemano, y me llevé de él un recuerdo muy grato, ante el cual probablemente muchos festivales futuros palidecerán. Desconozco si podré regresar a alguna otra edición, más que nada porque mi presencia en Finlandia aquellos días fue fruto de la más pura casualidad, pero me lo apunto como evento de referencia que aconsejaría sin dudarlo a cualquier aficionado al género.

Escuchando: Juluka – 1982 – Ubuhle Bemvelo

SWR Barroselas XXI, Portugal, 27, 28 y 29 de abril de 2018

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Lo he dicho ya muchas veces y no me cansaré de repetirlo, menos aún después de comprobarlo por tercera vez: el Barroselas es el mejor festival de metal en el que he estado. A su tamaño ideal, mediano tirando a pequeño, se le suma la frescura primaveral del norte de Portugal, la amabilidad de sus gentes, la bondad de sus precios y lo excepcional de su gastronomía. Pero es que también el cartel escogido, que opta por mezclar sin reparos el espectro completo de estilos extremos, consigue un excelente equilibrio entre grandes nombres, formaciones emergentes y rarezas más o menos desconocidas que año tras año se va renovando como por arte de magia. Por si esto fuera poco, el área para acampar es un bosque (uno de verdad, con aroma a eucalipto), en lugar de un secarral yermo como en casi todos los festivales españoles, y las duchas son las de un polideportivo anexo al recinto, en vez de las habituales instalaciones provisionales en contenedores que empiezan a presentar fallos desde el primer día. Todo es abarcable y cercano, no hay agolpamientos ni colas, se permiten costumbres tan propias y con frecuencia tristemente proscritas como el stage diving, y la zona de los escenarios está cubierta con una carpa para proteger contra las frecuentes lluvias del desapacible clima atlántico, quizá el único punto menos positivo de la ubicación geográfica.

Tras asistir a las ediciones de 2010 y 2012, tenía muchas ganas de volver, pero el hecho de no haber residido en España más que provisionalmente lo había impedido hasta ahora. Establecido ya desde hace más de medio año en mi guarida madrileña, esta vez no tenía excusa, o mejor dicho sí la tenía, pero para dejar de escaquearme y montar una excursión hasta allí que me permitiera también pasar brevemente por Oporto, la ciudad donde residí entre 2010 y 2011. Por fortuna el festival no ha cambiado demasiado con respecto a lo que recordaba, ni tampoco ha crecido en tamaño, que era lo que más cabía temer. Todos los puntos positivos antes enumerados seguían estando en su lugar, con el añadido de una decoración del recinto algo más elaborada. El único punto negativo que cabría señalar, si nos ponemos quisquillosos, es que la zona con mesas y asientos para comer haya quedado dentro de la zona del festival y no sea posible acceder a ella con alimentos o bebida de fuera, al contrario de lo que pasaba anteriormente, pero la distancia hasta las tiendas es tan reducida que el problema no fue excesivamente grave. Lo pasé tan bien en esos tres días de metal, vida forestal, vino y bifanas que he vuelto exultante de felicidad, y cuento ya los días para la siguiente edición. A continuación, un resumen de lo que fue el Barroselas XXI desde la perspectiva de un servidor y su acompañante.

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