Byron, Lord – Childe Harold’s Pilgrimage (1812-1818)

He aquí otro libro clásico que me leo tras descargarlo de la web de Project Gutenberg. A estas alturas de la civilización hay muchas más páginas del mismo estilo, pero un servidor es más de quedarse con el original si sigue funcionando igual de bien. Leí sobre esta obra hace escasos meses, a través de una cita muy sugerente extraída de la última parte, y me pareció la ocasión perfecta para abordar el texto completo. Cada vez soy menos fan de leer obras completas; ante la finitud de la vida y sobre todo del tiempo libre en la vida adulta me he resignado a buscar sólo títulos selectos y a ser posible breves para poder leer más de seis libros al año, y aun así me cuesta conseguirlo.

Publicado a lo largo de seis años, “Las peregrinaciones de Childe Harold” (ese es su título en castellano) es un poema dividido en cuatro partes o cantos. Las dos primeras vieron la luz en 1812, la tercera se publicó en 1816 y la última en 1818. Se nota mucho la diferencia entre el material inicial y los dos posteriores; al principio su autor mantenía todavía la ficción de un personaje ajeno, a partir de la tercera y ante la incredulidad general del público de la época, dejó de fingir y asumió la primera persona autobiográfica, lo cual confunde no poco al lector que no conozca de antemano ese dato, como le ocurrió a quien suscribe.

Otra característica que puede escapar a quien aborde esta obra sin haber investigado previamente sobre ella es el lenguaje marcadamente antiguo que emplea, que al igual que la métrica (“estancia spenseriana”), deriva de formas de la época isabelina, que eran arcaizantes en época de Byron, e incluso del propio Spenser, porque remiten a la lengua de Chaucer. A pesar de ello, un hablante de inglés no nativo como quien firma fue capaz de seguir el texto sin demasiada dificultad tras consultar en el diccionario las diez o doce palabras recurrentes que no se emplean en la lengua coloquial desde hace varios siglos, pero pueden encontrarse por ejemplo en las obras de Shakespeare.

El canto I lleva al protagonista a través de Portugal y España, comprobando en primera persona los estragos de la invasión napoleónica. En el canto II se traslada a Grecia, donde queda seducido por la belleza de su pasado esplendoroso al tiempo que denuncia el sometimiento al dominio turco. En el canto III Childe Harold desaparece, y el narrador en primera persona realiza un recorrido que lo lleva desde Waterloo hasta Suiza, remontando el Rin, mientras que el canto IV está dedicado a Italia, con la visita a varias ciudades y otro lamento ante el pasado perdido y la actual dominación extranjera.

Los cantos I y II me parecieron superiores en cuestión de temas e imágenes, o al menos me resultaron más interesantes por los lugares evocados. El canto III especialmente se me hizo un poco pesado y confuso, aunque me gustó el hecho de que el protagonista sea capaz de ver belleza en todas partes, incluso en lugares que a día de hoy se antojan anodinos, como la plácida Centroeuropa. El canto IV recupera el listón en términos artísticos, incluyendo un curioso síndrome de Stendhal (más bien pre-Stendhal) experimentado precisamente en Florencia. En todos los cantos el poeta se muestra muy antinapoleónico y patriota de su país, a veces en exceso, aunque ello no le impide censurar a Lord Elgin por la fechoría cometida en la Acrópolis de Atenas, detalle que le honra no poco.

El nombre de Lord Byron es sinónimo de romanticismo, y en su poesía ese elemento es tan intenso que podría parecer casi un cliché si no fuera porque aquí estamos hablando del romanticismo original (el inglés) que inspiró todos los demás, siendo esta obra y otras similares las que generaron el arquetipo romántico y no al revés. También fue un personaje muy peculiar que llamó enormemente la atención en su época, fundiéndose su leyenda con su obra de forma casi indisociable. Creación de Byron pero también reflejo suyo es la figura del héroe romántico desencantado de todo que se embarca en un viaje en el cual, aunque nunca esté del todo satisfecho, sí recupera su capacidad para maravillarse ante lo antiguo y lo natural.

La expresión es realmente bella, las imágenes son muy vivas y las descripciones, aunque a menudo exageradamente exotizantes, logran su efecto al transportar al lector a los paisajes cercanos o lejanos en los que se desarrolla la acción. Realmente no puedo ser muy imparcial porque a mí me encanta el estilo puramente romántico, y lo sigo viendo mucho más auténtico y disfrutable que otros movimientos más irónicos o pedestres que han venido después. Lo que está claro es que si hay cosas que son tan exageradas que se prestan a la parodia es porque a menudo tienen una identidad fuerte que constituye buena parte de su encanto, y en ese sentido el romanticismo es un ejemplo difícil de superar.

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Nerval, Gérard de – Voyage en Orient, Volume 1 (1851)

Nerval, Gérard de – Voyage en Orient, Volume 1 (1851) [Project Gutenberg, 2014]

He aquí otro libro antiguo que me he leído gracias al Proyecto Gutenberg, ese catálogo de obras libres de derechos que no solamente permite obtener libros gratis, sino que incluye muchos títulos que son difíciles de encontrar en el idioma de uno o en la mayoría de librerías. Este en concreto lo empecé a leer en Francia hace mucho tiempo, y después lo he buscado sin éxito por las librerías del país vecino y del mío, hasta dar con él por Internet. Me parece que tiene su punto romántico el encontrar libros viejos de esa manera, casi como recuperándolos del olvido. Aunque esta práctica no ayude mucho a las editoriales actuales que lo merecen, en realidad tampoco está reñida con la compra de títulos más o menos nuevos por las vías habituales, ya que ambas cosas pueden coexistir perfectamente.

Voyage en Orient, Volume 1 es la primera parte de las memorias de viaje de su autor, el poeta Gérard de Nerval, por las tierras del Mediterráneo oriental a mediados del siglo XIX. Este primer volumen narra las aventuras del viajero por Egipto y Líbano, que más tarde se completarán con una visita a Constantinopla, recogida en un segundo tomo. Publicadas originalmente en 1851 y posteriormente en versión íntegra en 1884, las experiencias referidas se remontan a la década de 1840, es decir, diez años antes de la fecha de redacción. Pese a la sorprendente cantidad de detalles y la viveza de las descripciones, cabe puntualizar que no todo lo que se cuenta ocurrió como tal: Nerval se tomó muchas licencias, sencillamente porque concebía su historia como un auténtico relato en prosa más que como un mero diario de viaje.

El periplo del poeta se inspiró en los grandes viajes relatados por otros escritores de la época romántica, como sus compatriotas Chateaubriand o Lamartine, en unos años en que estaba de moda viajar a Oriente en busca de los orígenes de la civilización, la fe y la vida. Sin embargo, su itinerario no fue exactamente igual al de ellos: por ejemplo, evitó pasar por Tierra Santa, parada para muchos ineludible que a él le resultaba de menor interés. Pero la diferencia más importante en su manera de concebir el viaje es que, antes que ir en busca de un ideal o una imagen fijada de antemano, la intención de Nerval era explorar las sociedades de los parajes que visitaba, sumergirse en ellas y describirlas tal y como eran. En sus propias palabras, no le interesaban tanto las piedras antiguas como las gentes que iba encontrando.

Aunque por su procedencia y formación no pudiera evitar dejarse llevar por muchos de los prejuicios y lugares comunes propios de la visión del mundo occidental, el autor trata siempre en última instancia de aproximarse al Otro e intentar entenderlo, lo que dota a su narración de un carácter racional y moderno que no está reñido con la manifiesta pasión que muestra el viajero en todo momento. Sus personajes secundarios resultan por ello mucho más vivos y auténticos, y tienen voz propia. Pese a comulgar en no pocos aspectos con la visión orientalista imperante en su época, Nerval sabe tomar sus distancias a través de un punto de vista tan perspicaz como personal, lo que hace que uno se identifique fácilmente con él a pesar de la considerable distancia temporal.

El narrador demuestra poseer una gran cultura, con amplios conocimientos puestos a disposición del lector para instruirlo además de entretenerlo, y entre sus virtudes destaca una enorme curiosidad que le hace interesarse por todo lo que va encontrando, tanto si lo conocía de antemano como si no. Por si esto fuera poco, hace gala de un sentido del humor y una ironía a prueba de bombas, que buscan la comicidad hasta en las situaciones más aciagas, lo que redunda en una lectura mucho más amena y fascinante. El resultado es un libro que es a partes iguales aventura, exotismo y divulgación, con el encanto añadido de describir un mundo que a muchos efectos hace ya tiempo que dejó de existir.

En términos de contenido, la obra es muy diversa, ya que intercala pasajes de diario personal con relatos referidos de otras personas y hasta algunos extractos epistolares. En ocasiones, la impresión es de excesiva heterogeneidad, pero en el fondo eso hace que resulte más rica y original. Como poeta que era, Nerval sabe también imprimir una visión entusiasta, simbólica y exaltada de todo lo que cuenta, que contribuye no poco a sumergir al lector en su universo. Estamos pues ante una verdadera maravilla literaria, un libro con una prosa magnífica que aporta gran cantidad de información cultural e histórica (obsoleta o no, pero eso no es realmente un problema) y da cuenta de una fabulosa aventura a través de un mundo que parece lejanísimo y cercano a la vez.

Escuchando: Cambion – 2021 – Conflagrate the Celestial Refugium