Había oído críticas bastante desfavorables de esta película, pero aun así me animé a verla, convencido de que algo positivo se podría sacar. Ahora puedo decir que muchos de aquellos comentarios probablemente provenían de personas que, o bien no habían visto las obras de la trilogía clásica de Cuerda, o sí las vieron pero nunca llegaron a entenderlas y/o apreciarlas. El inicio del filme presenta un mundo futurista que bien podría confundirse con el universo de Amanece que no es poco o Así en el cielo como en la tierra, si no fuera porque, aunque las formas y la narración sean similares, el tono es marcadamente distinto. Mientras aquellas películas eran de un costumbrismo alegre y surrealista, esta tiende a una visión pesimista más cercana a la crudeza del esperpento que a los experimentos derivados del movimiento dadá. Tiempo después también es una historia política, no sólo en su enfoque descarnado de una rígida sociedad de estamentos, sino también en su voluntad de contar lo que no es otra cosa que una fábula social de tintes desenfadados pero final amargo.
Al elenco clásico se suman caras nuevas que en nada desmerecen a las conocidas, y abundan los diálogos de un glorioso absurdo, de amplia carga cultural específicamente ibérica y a la altura de las mejores expectativas, con una tendencia quizá excesivamente marcada hacia el chiste verde que tal vez quepa atribuir a la venerable edad del director. No obstante, esto último no empaña la importancia y gravedad del mensaje que Cuerda reviste de risas y deformaciones para que pueda calar más hondo, y que también puede encontrarse en sus títulos más serios, como La lengua de las mariposas o Los girasoles ciegos: la dignidad del oprimido subsiste, a pesar de que este sea irremediablemente derrotado una y otra vez por el poderoso. En este último punto, antes que en los chistes logrados o las delirantes puestas en escena, que justifican por sí solas el visionado, es donde radica la magia y la fuerza de esta película, a través de la cual el cineasta expresa de una forma tan sencilla como impactante sus sombrías reflexiones sobre las derivas negativas de la humanidad, articuladas también de manera más concreta en distintas entrevistas recientes (como por ejemplo esta). Con ello, da una vuelta de tuerca al concepto del “surruralismo”, que se ve enriquecido y complementado y vuelve a cobrar vigencia, mucho tiempo después.
Escuchando: Fela Kuti – 1972 – Shakara – London Scene