Duval, Elizabeth – Madrid será la tumba, Lengua de trapo, 2021
Tercera novela reciente en español que me leo en el último año y medio, y tercera escrita por una mujer, en lo que creo que no es ninguna coincidencia, porque hace ya tiempo que las mujeres escriben sobre todo, hasta sobre lo que sienten los hombres, sin que la anticuada etiqueta “literatura femenina” flote incómodamente sobre sus obras. En honor a la verdad confesaré que si he llegado a este libro no ha sido por la vía directa, sino a través de su autora, a la que ya conocía por sus artículos ocasionales en el diario Público.es y su participación en la revista CTXT. Escritora precoz e intelectual brillante, esta joven se ha abierto camino en el mundo de las letras y las ideas con apenas veinte años, y quien suscribe tenía interés por ver cómo se materializaba su visión del mundo en el formato novelesco, en el cual el título que nos ocupa constituye su primera incursión.
La historia está ambientada en el tumultuoso Madrid de mediados de la década de 2010, en entornos juveniles altamente politizados que luchan por ampliar su área de influencia. Duval pone en escena a dos personajes de ideologías opuestas, pero paralelos en la intensidad de sus convicciones, que se encuentran por casualidad y se enamoran a pesar de las diferencias y las dificultades. Se trata de dos jóvenes inconformistas para quienes la ideología tiene un papel central en su vida, lo que tiene para ellos consecuencias positivas a la par que negativas y acaba marcando su destino. Los personajes están por lo general poco detallados, incluso los dos protagonistas, y en ocasiones parecen más bien arquetipos de sus motivaciones, pero aun así funcionan bien porque resultan muy humanos en sus contradicciones y sus errores.
La visión que se pinta es más bien descarnada y pesimista, con un Madrid gris y opresivo descrito con una mezcla de sobriedad desencantada y lirismo velado que recuerda al estilo de Michel Houellebecq, algo bastante curioso, porque en principio los dos escritores son de ideas más bien alejadas –Duval se define como posmarxista–, pero si la influencia es real y no sólo fruto de la imaginación de este cronista, ello hablaría muy a favor de la autora al ser capaz de conocer y apreciar la obra de personas con las que en principio no está muy de acuerdo (la base de cualquier conocimiento verdaderamente amplio). También muestra no poco sentido del humor al saber reírse de los clichés y los vicios de las organizaciones y los tipos humanos retratados. Por otra parte, se hace patente la juventud de la autora en su uso de anglicismos muy recientes, que se mezclan sin conflictos con un registro culto y con tecnicismos de los ámbitos de la filosofía y la sociología.
Estructuralmente la novela resulta muy interesante por el modo en que está planteado el punto de vista del narrador. Sobre todo al principio no queda muy claro quién está hablando o rememorando en cada momento, cosa que va desvelándose conforme el lector se aproxima hacia el final. Los diálogos se reproducen con salto de línea o bien fundidos en el texto, lo que genera una sensación de confusión bien llevada porque incluso en las primeras páginas se percibe que no es aleatoria ni excesiva. El estilo hace gala de un logrado equilibrio, al combinar una prosa ligera llena de datos y precisiones con imágenes muy vívidas que funcionan como símbolos y un lirismo insospechado que surge en ocasiones, a modo de contraste con la brutalidad de ciertos hechos. Todavía hay algunos perfiles que pulir, pero para una primera novela el aspecto estilístico es altamente sólido.
Si Madrid será la tumba funciona es porque, a pesar de lo que pueda parecer inicialmente, no es una novela de tesis, sino un intento de ilustrar un panorama ideológico mediante personajes que lo viven y lo trascienden, dejándolo atrás en muchos aspectos. La autora demuestra un conocimiento profundo de cómo funcionan los pequeños grupos políticos extremistas, tanto de un signo como de otro, y de su rango de acción dentro y fuera de la legalidad, con su presencia en la calle y uso de la violencia. Retrata con clarividencia las facetas menos luminosas de la ola de politización que se apoderó de una parte de la juventud española a lo largo de la década pasada, un fenómeno que ya parece haber quedado atrás. Tampoco se olvida de señalar cómo en los últimos tiempos las ideas de extrema derecha se están asimilando y normalizando como si fueran opiniones legítimas en democracia, lo que da cuenta de la peligrosa deriva ideológica reciente del mundo occidental en su conjunto.
La única objeción que este cronista se permite levantar se ubica a nivel de los diálogos: algunos son un poco forzados, en el sentido de que son demasiado teóricos y acaban pareciendo debates de filosofía entre gente demasiado joven y pasional como para expresarse de ese modo. No obstante, este es un problema menor que tal vez pueda achacarse a su naturaleza de ópera prima, y por lo demás la prosa es excelente. La historia de amor en concreto resulta fascinante porque no es nada arquetípica ni idílica, y desde el primer momento se muestra tan intensa como profundamente disfuncional, lo que la hace no sólo más verídica sino también más interesante. Los personajes sufren por causa de su ideología y también de las personas con quienes la comparten, estableciéndose un claro paralelismo entre los dos extremos políticos en el sentido de que ambos anulan al individuo para imponer una visión cruda y simplificada en la que no hay lugar para salvedades ni matices, todo ello dirigiéndose insistentemente a una masa social (clase obrera o popular) cuya identidad, cuya existencia incluso, ya no es posible determinar con claridad.
Seguramente no haga falta puntualizar que la historia de amor acaba mal, al igual que lo hace la deriva de los planteamientos ideológicos iniciales. Sin duda no había otra forma razonable de terminar la novela para que esta tuviera sentido, pero a pesar de los presentimientos del lector el final es tan abrupto que resulta muy impactante. Sin ser la intención última de la autora, se ilustra claramente cómo la pasión política puede acabar sometiendo y arruinando el resto de facetas del ser humano. El contexto histórico, cuya especificidad española y concretamente madrileña tal vez pueda desorientar un poco a algunos lectores de otras edades o latitudes, está basado en hechos reales recompuestos con bastante libertad para servir de fundamento a una historia que habla de seres humanos antes que de movimientos políticos, y así debe ser abordada. Es, en definitiva, una historia de amor bonita pero triste, y como todas las historias de ese tipo, invariablemente deja su huella.
Escuchando: Morbid Scream – 1988 – Morbid Scream (Demo)