Anónimo – Bhagavad Gita

Bhagavad Gita (trad. Annie Besant – Federico Climent Terrer), colección Shambala, editorial Biblok, 2018, España

Después de haberme informado un poco hace un par de años sobre los rudimentos de la doctrina budista, el paso siguiente era intentar averiguar algo sobre el hinduismo, la otra gran religión asiática. La mejor estrategia que se me ocurrió fue comenzar por el Bhagavad Gita, por tres motivos muy sencillos: (i) es una obra bastante breve, (ii) en esencia supone un compendio sintetizado de las creencias hinduistas y (iii) es fácil de encontrar; en mi caso, en la última Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de León. Siendo como fue el primer texto sagrado de la India que se tradujo a una lengua europea –el inglés–, goza desde hace tiempo de una popularidad y un reconocimiento considerables en la cultura occidental. Obviamente el mero hecho de leerlo no me ha convertido automáticamente en un experto, pero por lo menos ya me suenan en su verdadera acepción algunas de las referencias y conceptos que he visto siempre utilizar en su versión popular desacralizada, por lo que creo que algo sí que he aprendido en el proceso.

El Bhagavad Gita (“El Canto del Señor”) forma parte del Mahabharata, una de las dos grandes epopeyas hindúes junto con el Ramayana. El argumento es bastante sencillo: dos ramas de una misma familia se disputan el trono de un reino, una es la legítima que regresa del exilio, otra la usurpadora. Antes de la inminente batalla que resolverá el conflicto, uno de los príncipes legítimos, de nombre Arjuna, se siente desfallecer ante la perspectiva de tener que matar a sus propios parientes y decide renunciar al combate. En ese momento el dios Krishna se aparece ante él y le revela por qué es preciso que luche, y de paso le ilumina sobre los principios y la esencia de la religión hinduista. La obra tiene forma de diálogo entre los dos protagonistas, naturalmente con mayor peso del dios, y su sencillez formal esconde una amplia riqueza de referencias y símbolos que en su gran mayoría escapan al neófito, pese a su perceptible belleza.

Quiero detenerme brevemente en la traducción concreta al español que he leído yo, porque hay bastante que comentar. Se trata de la versión que un traductor catalán, Federico Climent Terrer, realizó a partir de la clásica traducción del sánscrito al inglés efectuada a finales del siglo XIX por la fascinante ocultista y revolucionaria británica Annie Besant. En principio una retraducción es algo que a estas alturas no suele resultar demasiado atractivo ni aconsejable, pero en este caso estamos hablando de un texto de principios del siglo XX escrito en un castellano un poco arcaico y afectado pero no exento de encanto e interés. El hecho de que la editorial haya recurrido a una traducción tan vieja, no obstante, debe atribuirse a que esto es a fin de cuentas una edición baratuca, a pesar de su bonita portada, lo que queda revelado asimismo por una serie de extraños errores de imprenta probablemente debidos a un escaneo deficiente sin revisión posterior. Dicho esto, por cinco euros que pagué, tampoco me puedo quejar demasiado.

El Bhagavad Gita está estructurado en dieciocho “estancias” o capítulos que dividen el diálogo por áreas temáticas o aspectos concretos. Las intervenciones consisten en frases escuetas que con frecuencia se asemejan a aforismos y tratan de explicar de manera sencilla conceptos que son más bien complejos para quien no está familiarizado con ellos. La terminología en especial resulta bastante opaca, a pesar de las numerosas notas, porque estamos abordando una religión muy diferente a los monoteísmos de raíz semítica. El traductor esboza no pocas analogías con los conceptos cristianos, pero más por facilitar la comprensión que por que existan verdaderas similitudes. El texto está cargado de un profundo simbolismo, como dijimos, pero también encierra reflexiones de carácter psicológico y moral que tienen un alcance universal. Siendo la divinidad quien se expresa directamente, el foco se pone más en la experiencia de la verdad divina que en cualquier exposición de una doctrina concreta con sus cánones y prácticas, lo que permite que los legos en la materia podamos aproximarnos a las ideas generales sin necesidad de conocer los pormenores.

El credo esencial que emana de la obra es que Krishna lo es todo, porque está al mismo tiempo en todas partes y engloba todo lo que existe. Esa es la gran verdad que debe comprender e interiorizar el iniciado, pero eso no impide que existan muchas más divinidades, que a su vez tienen distintas formas o avatares, lo que complica no poco la comprensión, ya que se usan múltiples seudónimos para cada uno de los personajes mencionados. Lo esencial de la doctrina, al igual que en el budismo, es liberarse de las apariencias y llegar a la verdad a través de la meditación, la observancia de las prácticas religiosas, el respeto a los demás seres vivos y la fe, con la liberación del alma y la unión con la divinidad como fin supremo. Las vías para alcanzar esa meta son la renuncia, el desprendimiento y el ascetismo, lo que termina de conformar un sistema que es tan moral como místico. El propio Krishna hace hincapié en que lo importante es la práctica, la sinceridad y la integridad, por encima de las formalidades, lo que hace que el mensaje sea más íntimo y auténtico.

Para el interesado en las religiones, la lectura del Bhagavad Gita suscita no pocas reflexiones. En primer lugar, el hinduismo, como religión organizada que es, plantea la misma dicotomía que las demás entre el individuo y la sociedad. La práctica y los valores religiosos pueden ser algo muy positivo a nivel personal, pero cuando la creencia pasa a ser religión de estado es fácil que degenere en hipocresía y represión. Hay otros rasgos del hinduismo que resultan profundamente injustos a primera vista (como la división de la sociedad en castas o el sistema de reencarnaciones en base a los hechos realizados en vidas pasadas, el famoso karma), porque justifican y perpetúan las desigualdades, lo que probablemente contribuya a explicar por qué la India actual es uno de los países menos igualitarios del mundo. De todas formas, el funcionamiento de la reencarnación en el hinduismo parece ser un poco más complicado de lo que una explicación sencilla podría sugerir.

Otro dilema difícil de comprender es la disyuntiva entre acción e inacción que atormenta a Arjuna al comienzo del diálogo. A pesar de que el hinduismo prima la distancia con respecto a lo mundano y el abandono de pasiones y placeres sensuales, también sostiene que no se puede renunciar del todo a la acción, y que hay que cumplir las obligaciones terrenales y no rehuirlas, aunque su relevancia en la existencia sea sólo secundaria. La clave del asunto es que las acciones necesarias sí deben cumplirse, pero lo importante es no apegarse a ellas, teniendo siempre presente que la realidad de Krishna es la única verdad. De ahí que Arjuna decida al mismo tiempo pelear y adorar al dios supremo, ya que ambas cosas no son antagónicas, sino complementarias.

Una última conclusión personal que saco de esta breve exposición al hinduismo es que tiene no poco de conformismo, como toda religión organizada. Al tiempo que da esperanza, orden y paz social a una sociedad, también le arrebata su posibilidad de cuestionar las cosas y cambiar de raíz su funcionamiento. De ahí mi idea de que la religión es algo positivo casi exclusivamente a nivel personal, aunque tampoco creo estar descubriendo el Mediterráneo afirmando algo así. Por otra parte, veo algunos paralelismos, algo peregrinos quizá, entre el hinduismo y el judeocristianismo, por un lado, y el budismo y el islam por otro. Los dos primeros son religiones más antiguas y con más tradición e historia y también contradicciones; los dos últimos son más recientes, más sistemáticos y coherentes pero también marcadamente puristas. Budismo e islam también son en gran medida descendientes de hinduismo y judeocristianismo, respectivamente, lo que podría sustentar al menos en apariencia mis elucubraciones.

Naturalmente carece de sentido tratar de evaluar qué religión es más avanzada o siquiera más conveniente, sobre todo en un contexto tan desacralizado como en el que por fortuna vivimos en Occidente, pero siempre es interesante aprender sobre tradiciones que han influido profundamente y manera muy continuada en la historia y el pensamiento del género humano. En este caso se añade además un barniz exótico, ya que a pesar de que muchos de los conceptos (provenientes del sánscrito) son comunes con el budismo y nos suenan un poquito, la religión de la India es todo un universo con el que el lector occidental no está apenas familiarizado. Estamos hablando de la religión principal en activo más vieja del mundo, con más de treinta siglos de antigüedad, lo cual ya es de por sí un buen aliciente para descubrirla, aunque desde un punto de vista estrictamente literario, el Bhagavad Gita también tiene un indudable interés.

Escuchando: Nile – 1998 – Amongst the Catacombs of Nephren-Ka

Un comentario en “Anónimo – Bhagavad Gita

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