Calvo Perales, Javier – El fantasma en el libro (2016)

Calvo Perales, Javier – El fantasma en el libro, Seix Barral, Planeta, Barcelona, 2016

Supe de esta obra por una docente que me habló de él y picó mi curiosidad hace unos años, y por fin me decidí a leerla, después de que tuvieran a bien regalármela en uno de mis últimos cumpleaños. Se trata de un librito breve que habla sobre la traducción literaria, su historia y su presente, escrito por un traductor literario del inglés de gran prestigio en el ámbito hispánico, por lo que su opinión merece ser tenida en cuenta. Lo más interesante de la lectura ha sido haber encontrado al mismo tiempo puntos con los que estoy muy de acuerdo (como que la traducción es una actividad eminentemente práctica antes que teorizable) y otros con los que discrepo un poco (como que el traductor debe resultar invisible a todos los efectos). Escrito en 2016, hay algunas cosillas que han cambiado un poco, especialmente en lo relativo a las posibilidades de la informática y la traducción automática, pero lo que más llama la atención es el tono más bien pesimista que impregna la obra entera. A juzgar por la experiencia que atesora el autor, entiendo que es una postura fundamentada, pero no deja de arrojar cierta amargura sobre una actividad y un oficio que, como él mismo recalca, son ante todo vocacionales y se alimentan de la pasión por la literatura.

El librito tiene una estructura muy sencilla, con dos bloques que abarcan el pasado y el presente de la traducción literaria. La abundancia de datos y anécdotas es de agradecer, incluso para quien no es lego en la materia; muchas referencias me sonaban aún de la asignatura de Traductología y de lecturas posteriores, pero otras tantas me eran desconocidas. El autor sabe introducirlas y comentarlas de forma amena y ligera sin extenderse en exceso, lo cual parece corresponderse bien con su objetivo inicial. En la primera parte, se transita desde la Biblia de los Setenta y San Jerónimo hasta las versiones de Shakespeare, los clásicos Penguin o la censura en la España de Franco, pasando por el fervor romántico, las “bellas infieles”, el enfoque borgiano de la traducción o el de los poetas del 27. Todo este recorrido termina por resaltar en conjunto el hecho de que la historia de la traducción literaria está muy ligada a la propia historia de la literatura con sus cambios y vaivenes, una observación que podría parecer una obviedad si no fuera porque a menudo se pierde de vista que a lo largo de la historia de la traducción también ha habido tendencias, modas y evoluciones muy marcadas de las que no somos tan conscientes.

La segunda parte se centra en la actualidad, con una serie de conclusiones que, como aventuramos ya, no resultan demasiado halagüeñas para el futuro del sector. El autor pinta un panorama literario en el que dominan descaradamente los best-sellers en inglés, con una evolución claramente desfavorable de condiciones y salarios para los traductores debido principalmente a los imperativos editoriales, que son ante todo económicos. Los años setenta supusieron un paréntesis positivo después de los años del franquismo, cuando España tomó el relevo a Argentina como mayor potencia editora en lengua castellana, pero pronto empeoraron las cosas, y a la degradación de las remuneraciones y los plazos se sumó la entelequia del “español neutro” y la ortodoxia de las convenciones editoriales. El autor analiza el fenómeno del crowdsourcing para mostrar cómo la traducción en general tiende a modelos más flexibles, rápidos y colectivos, en detrimento de la especialización y la calidad, estándares que también están implantándose en el ámbito literario, lo que hace vislumbrar un futuro incierto para la profesión.

Vista desde una perspectiva más global, la opinión del autor, pese a estar bien fundamentada, no deja de ser una visión de nicho dentro de la traducción en general. Aunque es cierto que se cuida de no extrapolarla al conjunto de la traducción, tal vez su opinión sería más matizada y menos sombría si conociera un poco mejor cómo las innovaciones tecnológicas y las dinámicas comerciales están afectando a la traducción en todas sus facetas, con su parte negativa pero también positiva. Parece asimismo otorgar un valor poco menos que simbólico a iniciativas como la de Translators on the Cover, o percibir como meras excepciones los países en los que los traductores literarios gozan de más respeto (como Francia o los países nórdicos), cuando ambas cosas podrían ser rasgos de un posible modelo al que tender. El mensaje general parece ser que la traducción literaria y también la literatura como tal se están yendo a pique, una conclusión que se antoja a todas luces demasiado apocalíptica.

No seré yo quien le dispute la razón con contundencia, pero a mi entender esa visión más bien negativa del futuro de la traducción literaria y de la literatura en general está reñida con la encendida reivindicación que hace del estatus y la dignidad del traductor literario. Quien crea en el poder de la literatura debería poder confiar en su capacidad de adaptación, supervivencia y evolución de diversas maneras y con distintas formas, en lugar de observar el diluvio desde una torre de marfil que, al menos por edad, no debería aún corresponderle. El declive actual en términos cuantitativos del fenómeno literario y lector bien podría ser una tendencia pasajera que revirtiera con los años, como ya ocurrió anteriormente en otras épocas. Por su parte, la traducción literaria como actividad y profesión experimentará sin duda una serie de cambios, como el resto de actividades profesionales, que podrían dar también frutos positivos, si la vocación y la pasión por la literatura siguen encontrando dignos herederos. Eso es al menos lo que opina el traductor literario en ciernes (o mejor dicho, aún en potencia) que firma estas líneas.

Escuchando: Adorior – 2005 – Author of Incest

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